Basilisco, de Jon Bilbao

El canon cultural siempre me ha empujado a desconfiar.

Desde Babelia nos dicen una y otra vez lo que se debe leer y, por omisión, lo que no, al igual que los arbitrarios premios literarios que se otorgan por estos andurriales. Las amplias y clónicas mesas de novedades de la mayoría de las librerías dictaminan las lecturas que merecen ese lugar preeminente y las que deben ser condenadas al olvido o directamente a la invisibilidad perpetua. Estamos ante un sistema viciado.

Casi siempre que he seguido un consejo de alguno de los miembros de este grupo informe de opinadores y autores tan bien relacionados, una decepcionante experiencia lectora me aguardaba.

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Saqueo, de Frederik Peeters

Saqueo puede ser explicado de muchas formas, pero probablemente las variables se extenderían hasta el infinito, según la óptica y el bagaje del espectador que se acerque a ella. Y digo bien espectador, porque la definición que más le hace justicia a la última obra de Frederik Peeters es la de espectáculo.

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No te Serviré, de Irra

«Sevilla, tan sonriente
Yo me lleno de alegría
Cuando hablo con su gente…»

«Sevilla tiene un color especial» (Los del Río, 1992. Sony  Music Entertainment España).

A pesar de estar imbuidos en una etapa no demasiado extensa dentro de nuestra historia social y económica, las transformaciones que ha infligido el Capitalismo en la fisonomía de las sociedades modernas están siendo inabarcables, profundas y prácticamente irreversibles. Igualmente, tal y como había pasado en épocas pretéritas, el capitalista no deja de ser otro sistema de dominación de masas, solo que en una variante más sofisticada.

Sevilla funciona como un ejemplo perfecto para ilustrar este perverso sistema que nos envuelve.

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Oscuridades Programadas, de Sarah Glidden

Hace no demasiado tiempo, una de las responsables del Huffington Post en España comentaba en la radio, a cuento de Los surcos del azar de Paco Roca, que era una lectura estupenda para que los jóvenes conocieran de primera mano la historia de la 9ª Compañía de la 2ª División Blindada de la Francia libre, recordemos, con un papel fundamental en la liberación de París durante la Segunda Guerra Mundial.

El matiz de las palabras de la periodista no son baladí: los jóvenes. Que un periodista relevante esté anclado en la anquilosada visión que dictamina que un medio como el cómic tiene un cariz infantil/juvenil, deja bastantes pistas de los tremendos prejuicios que sufre el 9º arte en nuestro país. Sigue leyendo

Los cuadernos de Esther. Historias de mis 10 años, de Riad Sattouf

Hace un par de semanas, la hija de 10 años de una amiga se le acercó con decisión y le espetó una frase -más o menos literal- que aterrorizaría a muchos padres con la guardia baja: “Mamá, ya sé todo sobre el sexo, el porno y todas esas cosas”. La sorpresa de un adulto frente a una inesperada revelación de esta calado, tiene mucho que ver con la distancia, a menudo inconsciente, del mundo adulto del infantil/adolescente (en este caso prepúber, para ser más exactos). Distancia que clava sus raíces en la falta de comunicación, consecuencia probable de un tren de vida tan vertiginoso que a menudo nos hace olvidar las cosas realmente importantes.

Mi amiga, que obviamente no salía de su asombro, tuvo una conversación sincera -con algún leve eufemismo- centrada en tender puentes con su hija. Desde luego, tomo nota para el futuro.

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Un policía en la luna, de Tom Gauld

“A medida que envejezco siento que el único tema de la literatura -y probablemente de todo lo demás- es el paso del Tiempo”. Fernando Marías, en el epílogo de ‘La Casa’, de Paco Roca.

Vamos a comenzar con un ejercicio de introspección pretérita. ¿Recordáis cómo os imaginabais el futuro allá por la adolescencia? ¿Qué expectativas teníais? ¿Se parece en algo vuestro presente al futuro proyectado años atrás?

Tom Gauld aparca el formato que tanto domina, el de la tira cómica, para volver a sumergirse en una historia larga tras su aclamada Goliat, una de esas inesperadas sorpresas que nos deparó el mundillo en 2012. Y tal como ocurriera entonces, Un policía en la luna vuelve a poner en relieve la increíble capacidad del autor escocés para, a través del minimalismo y la sobriedad, alcanzar cotas de emotividad y reflexión al alcance de muy pocos.

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Palos de ciego, de El Irra

“Se sabe más del camino por haber viajado en él que por todas las conjeturas y descripciones del mundo.” William Hazlitt.

Creo recordar que era en Barrio, de Fernando León de Aranoa, donde uno de los protagonistas soñaba con crecer 15 o 20 años en lo que se tardaba en chasquear los dedos. Alcanzar la vida adulta, sorteando el hastío que un adolescente del extrarradio de Madrid tenía ante sí como principal decorado vital, podía parecer una buena idea.

Si el adulto que esperaba a ese adolescente de ficción viviera en 2016, estaría aterrado con la idea que anhelaba en su adolescencia. Ahora, detrás de ese chasqueo, podría estar directamente el abismo.

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Munch, una biografía, de Giorgia Marras

10 años de diferencia y algo más de 1300 kilómetros separaban a dos de los grandes genios pictóricos de la historia contemporánea: Vincent van Gogh (Zundert, Países Bajos, 1953) y Edvard Munch (Løten, Noruega, 1963). Paradigmas del artista torturado, gozaron de poco o casi ningún reconocimiento en vida, sobre todo si tenemos en cuenta la universalidad que ha terminado  adquiriendo la obra de ambos.

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La Favorita, de Matthias Lehmann

En 2008, un zulo de Amstetten mostraba al mundo la devastación de la inocencia como pocas veces hemos visto en el viejo continente. Josef Fritzl mantuvo secuestrada a su propia hija durante 24 años de tormento y abusos sexuales que desembocaron en siete hijos ilegítimos. Otra vez -siempre pasa- volvíamos a reparar en los monstruos que habitan entre la gente corriente, camuflados en lo cotidiano y sustentados por el feroz individualismo que nos rodea.

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El Rock y yo, de Joe Sacco

Dentro de mi círculo de confianza, tengo algunas amistades que se ganan la vida en el ámbito de la música. No voy a soltar prenda sobre mis fuentes, pero sí voy a comentar una ilustrativa anécdota para introducir El Rock y yo, de Joe Sacco.

Imaginad. Una cena organizada por una gran productora reúne a un popular dúo musical que pasa por un momento difícil de convivencia. El plan de la productora para limar asperezas salta por los aires cuando los dos artistas aparecen en el restaurante con sus respectivos abogados y con cara de pocos amigos. La cena adquiere tintes surrealistas cuando la comunicación entre el dúo se realiza en todo momento a través de sus representantes legales, nunca directamente entre ellos. Toda una noche de susurros a los oídos y caras de estupor. Delirante.

Una anécdota -de otras muchas, creedme- que pone en relieve el absurdo, caricaturesco y tronchante universo que rodea a la música como industria del entretenimiento. Parece que Sacco sabe de lo que habla.

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