Hace un par de semanas, la hija de 10 años de una amiga se le acercó con decisión y le espetó una frase -más o menos literal- que aterrorizaría a muchos padres con la guardia baja: “Mamá, ya sé todo sobre el sexo, el porno y todas esas cosas”. La sorpresa de un adulto frente a una inesperada revelación de esta calado, tiene mucho que ver con la distancia, a menudo inconsciente, del mundo adulto del infantil/adolescente (en este caso prepúber, para ser más exactos). Distancia que clava sus raíces en la falta de comunicación, consecuencia probable de un tren de vida tan vertiginoso que a menudo nos hace olvidar las cosas realmente importantes.
Mi amiga, que obviamente no salía de su asombro, tuvo una conversación sincera -con algún leve eufemismo- centrada en tender puentes con su hija. Desde luego, tomo nota para el futuro.