En 1990, de pura casualidad, me topé con la inauguración de Elektra Cómic en la calle Zaragoza de Sevilla, probablemente la mejor tienda de cómics que tuvo jamás la ciudad. Parece exagerado, pero ese hecho aparentemente anodino cambió bastantes cosas en mi vida.
Hasta ese momento, en mis tiernos 11 años, mi gusto por los cómics se nutría principalmente de aquello que encontraba en los kioscos de mi barrio o en las ferias del libro de saldo veraniegas en Sanlúcar de Barrameda.